Ante la perplejidad que sintió la lectora Graciela Jatib (carta “Juan Bautista Alberdi y educación”, 16/02) me atrevo a pensar en términos de celebración: tenemos un funcionario público que es un académico y dedicó parte de su vida a investigar y estudiar el pensamiento de uno de los intelectuales más importantes del siglo XIX. Seguro, Graciela, al leer la obra descubrirá un Alberdi que discute sobre las causas profundas de la desigualdad estructural de la nación argentina, un Alberdi que supera la falsa dicotomía de civilización o barbarie para abogar por la justicia de ese interior tan vilipendiado por políticas centralistas. Coincido en el valor de la educación como el gran horizonte para la igualdad de oportunidades y el desarrollo de las sociedades. Ahí la figura del docente -el ministro lo es- torna en imprescindible. Por eso pienso en congresos internacionales de educación, en el programa Formar de capacitación gratuita, en libros y computadoras en las escuelas. Siempre es poco, y sabemos que falta, pero los docentes tucumanos no olvidamos que hubo un proyecto político que clausuró las paritarias y desfinanció programas educativos. Eso no pasa hoy en día. No olvidemos de dónde venimos porque claramente no todo es igual. No es lo mismo una notebook en las manos de un joven, o una beca que lo ayude a progresar, que el abandono y la estigmatización. El éxito del libro, entiendo que va por su segunda edición, está garantizado cuando invita a pensar una Argentina más justa y soberana, como lo hizo Graciela al pasar por una librería tucumana.
Pablo Sosa
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